viernes, 9 de abril de 2010

"Torcido pretexto para romper con Cuba", advierte el periodista Miguel Ángel Ferrer.

Retórica y demagogia aparte, es claro que el gobierno de Felipe Calderón no desea ni busca un mejoramiento de las relaciones entre México y Cuba. Más bien acontece lo contrario: se buscan y ponen en marcha acciones que no sólo no conduzcan a esa mejoría, sino que propicien la permanencia de la actual situación de deterioro y, si ello es posible, la ruptura franca y abierta con el régimen de la isla.

El pretexto ahora es la propuesta de un senador panista para que la llamada Cámara Alta lamente el fallecimiento, tras una huelga de hambre, del ciudadano cubano Orlando Zapata, y se exhorte al gobierno del presidente Raúl Castro "al diálogo con los llamados disidentes y a liberar a los presos políticos".

Utilizando el viejo recurso de tirar la piedra y esconder la mano, Calderón ha enviado a uno de sus testaferros a proponer una flagrante intromisión en los asuntos internos de Cuba, ilegal injerencia que sólo puede producir, como ya ha ocurrido, el indignado rechazo y una airada respuesta de la isla y un mayor deterioro en los nexos entre ambos países, lo que servirá de base para que Calderón incumpla, con fabricada justificación, su prometida visita a la mayor de las Antillas.

Lo absurdo y retorcido del pretexto para cancelar esa visita es también un claro indicador de que las oficinas de Calderón y de su canciller, Patricia Espinosa, no encontraban la fórmula que les permitiera, sin repetir las vulgaridades foxistas, enfriar hasta la congelación y, mejor aún, hasta la ruptura, las relaciones con Cuba.

Vista en perspectiva la conducta de Calderón y Espinosa, no hay en realidad nada de qué sorprenderse. Ambos se comportan como militantes y representantes de la extrema derecha, hoy y en mala hora, gobernante en México. Y como fieles expresiones del fascismo criollo, no cabía y no cabe esperar de ambos buena disposición para tratar a un gobierno socialista que para la extrema derecha es una entidad maldita.

Pero con todo y su derechismo, ni Calderón ni Espinosa pueden actuar franca y abiertamente contra Cuba. Porque en México existen fuerzas sociales, culturales, políticas y económicas que simpatizan (o al menos ven con admiración y respeto a la isla). Y esas fuerzas, que suman decenas de millones de personas y cientos de organizaciones, son un poderoso obstáculo para el accionar libre de Calderón y Espinosa contra Cuba.

De ahí la necesidad del proceder untuoso, sibilino, meándrico de Felipe y Patricia. No quieren enfrentarse con universidades, sindicatos, organizaciones agrarias, intelectuales, empresarios nacionalistas, cámaras de comerciantes e industriales que desean hacer negocios en Cuba y con Cuba, profesores de todos los niveles educativos, gobiernos estatales y municipales, periodistas críticos y partidos políticos y otros organismos progresistas, democráticos o de izquierda. Queriendo romper con Cuba, ni Felipe ni Patricia quieren pleito y mayor distanciamiento con esos ciudadanos y organizaciones.

De cualquier modo, siempre será positivo para Cuba y para las fuerzas nacionalistas y antiimperialistas mexicanas conocer la verdadera vocación anticubana de Calderón y Espinosa. Este conocimiento permite no albergar esperanzas (como ocurrió en el desastroso gobierno foxista) de buena disposición azul hacia el gobierno socialista de Cuba.

Porque a pesar de lo torcido del procedimiento en la Cámara de Senadores, las señales de la animadversión calderónica contra Cuba son muy claras. Y ya reconfirmada esa animadversión, las fuerzas mexicanas de toda índole que simpatizan, admiran y respetan a Cuba sabrán y podrán acrecentar y fortalecer sus nexos con la isla, al margen y en contra de la voluntad del gobierno de Calderón.

www.miguelangelferrer-mentor.com.mx
Publicado en El Sol de México, 9-04-10

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