miércoles, 7 de abril de 2010

Requerimos proyectos que nos convoquen a la unidad y no proyectos que nos fracturen desde el principio: José Narro


Palabras de agradecimiento por el homenaje de la ALDF a la UNAM Palabras de José Narro Robles Asamblea Legislativa del Distrito Federal
Abril 2010
Estimados asambleístas:
Agradezco en nombre de la comunidad universitaria este reconocimiento a la
Universidad Nacional Autónoma de México. Se trata de un acto que sirve tanto de
recordatorio de lo que ha significado para nuestro país, como de uno para renovar
el compromiso de aportar cada vez más a la búsqueda de una sociedad más justa.
I
La Universidad Nacional tiene cien años de servir al país y a la sociedad mexicana
a la que se debe. Lo ha hecho a través del ejercicio de las funciones académicas
que la propia sociedad le ha asignado. La historia de la Universidad, su fortaleza
institucional y las aportaciones de sus maestros, investigadores y alumnos, la han
llevado a ser considerada una de las más importantes de Iberoamérica y del
mundo.
La UNAM cumple con el país al formar a un médico o a un arquitecto; al graduar a
un maestro en historia o a un doctor en ciencias; al proponer un método para
prevenir el cáncer cérvico uterino y al reconocer los problemas de los grupos
indígenas del país o de nuestros migrantes; al publicar un libro de poesía, otro de
crítica al modelo económico actual y uno más con propuestas de cambio a la
arquitectura electoral; al estudiar nuestros mares, suelos y volcanes entre muchas
otras actividades.
Ante una sociedad que vive una profunda transformación de los valores, la
Universidad Nacional ha sido una institución fundamental. Cuando algunos valores como la solidaridad, la generosidad o el servicio parecen perder terreno ante la competencia y el individualismo extremos, la Universidad ha salido en defensa de los primeros. Cuando la acumulación de dinero y de bienes materiales se ha convertido desafortunadamente en el símbolo del éxito y para muchos incluso de la felicidad, nuestra institución ha estado presta a recordar a la sociedad, que hay muchas otras formas de vida digna y trascendente.
Por ello la UNAM persistentemente ha reafirmado su compromiso de cultivar y
transmitir los valores humanos que dan cohesión a las sociedades. Relevante ha
sido su contribución para introducir en el México moderno el derecho a la
diferencia. Su pluralidad de ideas, de teorías, métodos, disciplinas, ciencias,
especialidades y profesiones, su libertad de pensar y discutir, propios de su
comunidad, han sido transmitidos a la sociedad mexicana.
II
La UNAM ha ampliado desde hace varias décadas su presencia en el territorio
nacional. Actualmente cuenta con instalaciones en 27 estados del país. En ellas
se realizan actividades de docencia, investigación y servicio, de forma conjunta
con otras instituciones educativas de las entidades federativas.

Con todo y ello, la importancia de la relación entre la Universidad Nacional y la
Ciudad de México es un hecho incuestionable. En esta ciudad surgió y a lo largo
del último siglo son muchas las aportaciones en su beneficio. La Ciudad de México
y la Universidad Nacional Autónoma de México son testimonio fiel de nuestra larga
historia y de nuestra vida actual. Ambas han transitado juntas el sinuoso camino
del desarrollo económico y social de México durante el siglo pasado.

Esta relación sin embargo se remonta a más de 450 años de una historia marcada
por la generosidad con la que esta gran ciudad albergó a la Universidad, que en
reciprocidad ha retribuido con el quehacer que le es propio: educar a cientos de
miles de estudiantes de nivel medio superior; formar profesionales y docentes de
numerosas disciplinas del conocimiento; apoyar la intensa labor de investigadores
que ejercen un gran liderazgo en la comunidad científica nacional e internacional;
fomentar la creación de tecnologías innovadoras; impulsar las actividades
deportivas entre la juventud, y también mediante el desarrollo de un ambiente
cultural propicio para que desplieguen sus capacidades nuestros poetas,
escritores, cineastas, músicos y artistas.

En esta larga ruta, la Ciudad y la Universidad han compartido hechos de gran
trascendencia histórica y social. Este año tenemos la fortuna de conmemorar el
primer centenario de la Universidad en su carácter Nacional, cuyos festejos los
enmarcamos en los del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la
Revolución.
Es esta una ocasión para refrendar nuestro compromiso de legar a las futuras
generaciones una mejor universidad, a partir de la concebida por un gran
mexicano, Justo Sierra, quien hace un siglo logró poner en marcha el proyecto
educativo y cultural más trascendente del país. Recrear este acontecimiento
encierra un gran simbolismo.
Destacadas personalidades del mundo académico del país y el extranjero, que apadrinaron su apertura en un acto realizado en San Ildefonso, salieron, aquel 22 de septiembre, en una caminata que recorrió las calles del “barrio universitario”, logrando hacer partícipe del acontecimiento a los vecinos y ciudadanos de la capital.

Esas mismas calles, casi dos décadas después, atestiguaron las movilizaciones
organizadas por estudiantes que consiguieron, en 1929, la “Autonomía”. Con ello
se estableció nuestra actual Universidad Nacional Autónoma de México.
El desafío que impuso el crecimiento económico y poblacional del país y de la
ciudad, aunado al compromiso con la educación asumido en el México
posrevolucionario, demandaron una mayor capacidad de respuesta de nuestra
Universidad para la formación de profesionales. Fue entonces que se decidió la
construcción de la Ciudad Universitaria, localizada en lo que entonces resultaba
ser el lejano sur de la ciudad. Todavía hoy, muchos de aquellos alumnos y
profesores que abandonaron el centro de la ciudad, expresan nostalgia por aquel
bullicioso y estimulante clima cultural que lo caracterizaba y que nos hemos
propuesto revitalizar en coordinación con el Gobierno de la Ciudad.

Quiero aprovechar esta oportunidad inmejorable, para reiterar lo que señalé en la
entrega del Premio Príncipe de Asturias a nuestra UNAM: “Sin ciencia propia, sin
un sistema de educación superior vigoroso y de calidad, una sociedad se condena
a la maquila o a la medianía en el desarrollo. Por ello resulta indispensable
reivindicar el derecho a la educación… La educación es vía de superación
humana, de la individual y de la colectiva. Concebirla como un derecho
fundamental es uno de los mayores avances éticos de la historia”.
III
Numerosos son los problemas que aquejan al país. Uno de ellos, de gran
envergadura y lacerante para nuestra colectividad, es el que corresponde a la
desigualdad que en diversos ámbitos se enseñorea en nuestro medio. En una
nación donde pocos tienen demasiado, frente a muchos que no tienen casi nada,
se genera desconfianza y resentimiento, se debilitan la dignidad y los valores
humanos.
Hoy tenemos que darnos cuenta que frente a la pobreza y la desigualdad que
afectan al país, no sirven las consideraciones de los que persisten en su ímpetu
privatizador. Tampoco las de aquellos que confunden los términos y en lugar de
combatir a la pobreza en sus raíces, sólo acometen sus efectos. A ellos debemos
recordarles que el mejor Estado no es sólo el que genera mayor riqueza, sino
aquel que mejor la distribuye, aquel que cuenta con la sensibilidad para eliminar la
brecha de la indignidad que separa a los poderosos de la economía, de los
desheredados hasta de la esperanza.

Por eso es que hace casi dos siglos, en 1813, en sus “Sentimientos de la Nación”,
Morelos proponía “que como la buena ley es superior a todos los hombres, las que
dicte el Congreso deben ser tales que moderen la opulencia y la indigencia”.
Ha llegado el momento de atrevernos a sentar las bases de una nación moderna,
segura, educada, incluyente, menos desigual, con una actividad económica a la
altura de los retos mundiales y de nuestras necesidades, con una ciudadanía
informada y participativa. Para ello requerimos iniciativas que nos convoquen a la
unidad y no proyectos que nos fracturen desde el principio.

Tenemos que decidirnos a construir una sociedad con plenos derechos sociales,
económicos y políticos, que sean exigibles. Una sociedad que acepte y se
acostumbre a cumplir con sus obligaciones cívicas y fiscales, a respetar la ley y a
ser solidaria con quienes menos tienen. Tenemos una responsabilidad histórica.
Debemos evitar caer en la parálisis e impedir que nos resulte aplicable la
sentencia de Michal Viewegh quien ha escrito: “Ya no tenemos el derecho de dar
consejos a las siguientes generaciones después de haber defraudado a la
nuestra”.
IV
Al recibir en nombre de la Universidad Nacional Autónoma de México el
reconocimiento que hoy le hace la Asamblea Legislativa del Distrito Federal,
reitero el compromiso de nuestra Casa de Estudios de contribuir con la Ciudad de
México a través de la formación de excelentes profesionales; de ayudar a
modernizar la infraestructura de nuestra entidad; de crear condiciones de
habitabilidad en un entorno natural complejo; de alimentar su vida cultural y lúdica;
de preservar su patrimonio histórico; y de no renunciar a actuar como conciencia
crítica de la colectividad.
A cien años de inaugurada, puedo afirmar que la Universidad Nacional Autónoma
de México ha asumido sus responsabilidades con el progreso de la nación y con la
ciudad que la vio nacer y en donde desarrolla la mayor parte de sus actividades.
Para cumplir con su encomienda, ha encontrado en la población de la Ciudad de
México, en su gobierno, en sus representantes ante esta Asamblea Legislativa,
aliados comprometidos y solidarios.
Señoras y señores asambleístas:
La Universidad Nacional Autónoma de México, esa “obra inmensa de cultura”
como la llamó don Justo Sierra, conserva el vínculo primigenio con la Nación que
le dio origen. Por ello conviene recordar que hoy, como hace un siglo,
mantenemos los valores, principios y compromisos con el país, y repetimos con
fuerza y convicción las palabras del fundador de nuestra modernidad: “No, no será
la Universidad una persona destinada a no separar los ojos del telescopio o del
microscopio, aunque en torno a ella una nación se desorganice; no la sorprenderá
la toma de Constantinopla discutiendo sobre la naturaleza de la luz del Tabor”.

No será así, porque la Universidad seguirá atenta al curso de los asuntos que
preocupan a los mexicanos. No lo será en virtud de que miles y miles de
universitarios continuarán documentando y sosteniendo sus verdades. No podría
ser de otra manera, en razón de que lo que está en juego es el futuro de los
mexicanos. No podría serlo, ya que hay citas con la historia en las que no se
puede estar ausente. Esta, es una de ellas.

“POR MI RAZA HABLARÁ EL ESPÍRITU”

Promovería Senado amnistía para liberar a las indígenas presas: Navarrete





El Senado de la República pidió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) revocar la sentencia de 21 años de prisión contra Teresa González y Alberta Alcántara, acusadas de secuestrar a seis agentes federales.

Al participar en la mesa de debate "Mujeres Indígenas presas, ¿sin libertad y qué más?", el presidente del Senado, Carlos Navarrete, advirtió que si el Poder Judicial no repone el proceso y revoca la sentencia ese órgano legislativo promoverá una amnistía para liberarlas.

No es posible, añadió el senador del Partido de la Revolución Democrática, que a pesar de las evidentes irregularidades en el proceso judicial sólo hayan liberado a Jacinta Maciel, mientras que Alcántara y Gónzalez siguen purgando sentencia.

En la mesa de debate también participaron el presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas del Senado, Andrés Galván y la presidente de la Comisión de Equidad y Género, Blanca Díaz Delgado, así como el fiscal de Justicia Indígena de Chiapas, Marcos Shilón.

Cabe señalar que el caso de las dos mujeres otomíes acusadas de secuestrar a seis agentes de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI) fue aceptado por la Corte el pasado 18 de marzo.