viernes, 19 de marzo de 2010

Los cubanos, solos, decidirán la institucionalidad democrática y los ámbitos de oposición en la isla.


Ayuno de presos afecta el diálogo de Cuba con EU y la UE

--- La Habana no negocia bajo presión, sostiene el politólogo

La Habana, 15 de marzo. El caso de los disidentes en huelga de hambre
y las presiones para indultar a los presos afecta el progreso del
diálogo de Cuba con Estados Unidos, así como lo avanzado con la Unión
Europea (UE), dice a La Jornada el politólogo Rafael Hernández: "El
gobierno de La Habana no negocia bajo presión, sólo el diálogo
diplomático tiene resultados, como saben bien otros gobiernos".

Director de la revista cubana Temas, Hernández acaba de regresar de la
Universidad de Texas, en Austin, donde impartió un posgrado sobre
relaciones Cuba- Estados Unidos, que antes enseñó en Columbia y
Harvard y, en México, en el CIDE y el ITAM.

Estima que los disidentes no son sociedad civil, sino "micropartidos
de oposición", que entre sus líderes no hay ningún Havel o Walesa, y
que serán los cubanos en la isla quienes decidan si el futuro
socialismo cubano pudiera llegar a admitir una oposición leal dentro
del sistema.

–¿Cuál es la coyuntura internacional actual de Cuba, en especial con
Estados Unidos?

–Aunque esta administración no ha hecho cambios políticos sustanciales
hacia Cuba, el diálogo ha avanzado más en el último año que en toda
esta década. Han reanudado las conversaciones migratorias, y abierto
temas como el correo directo. El Congreso podría aprobar la libertad
de los estadounidenses para viajar a la isla. Algunos grupos
semioficiales exploran avenidas de cooperación en intercepción de
drogas. Sin levantar las restricciones al intercambio académico y
cultural impuestas por Bush en 2005, han otorgado algunas visas. Por
otro lado, la UE, con el liderazgo de España, se ha aproximado al
gobierno de Raúl Castro, cuyas relaciones con toda América Latina son
más estrechas que nunca.

–La visión internacional sobre Cuba se concentra en la oposición, tras
la muerte de Orlando Zapata Tamayo y la huelga de hambre de Guillermo Fariñas…

–La muerte de Zapata es una tragedia humana, pero su repercusión
responde a factores políticos, encadenados con la huelga de Fariñas.
Ninguna de las actuales presiones para el indulto de presos facilita
cambios en la política cubana, rodeada hoy por una tormenta
propagandística. Ni siquiera bajo la presión de la Crisis de los
Misiles (octubre de 1962), al borde de un conflicto nuclear, la
política de Cuba cambió. El camino más efectivo para propiciar cambios
(como han sabido casi todos los gobiernos mexicanos) es el diálogo
diplomático respetuoso. Es obvio que la muerte de Zapata y sus
secuelas convienen a quienes se oponen a ese diálogo con Estados
Unidos y Europa.

–¿Hablamos de disidentes, opositores, mercenarios, presos de
conciencia, presos políticos...?

–Un disidente es el que reniega de su creencia anterior. Éste no es el
caso de los clásicos anticomunistas del exilio, sino el de los ex
comunistas pro soviéticos y de otras tendencias ortodoxas, de donde
provienen Ricardo Boffil, Elizardo Sánchez o Vladimiro Roca,
auténticos disidentes. Estos descartan la violencia de las armas,
igual que las principales fuerzas del exilio anticastrista actual.
Ambos grupos difieren en cuanto al bloqueo, pero coinciden en su afán
de restauración capitalista y anticastrismo furibundos; por eso se
identifican fácilmente con Estados Unidos, con partidos y gobiernos
europeos y de otros países. Aunque algunos se presentan como
socialdemócratas, el eje ideológico disidente se mueve entre el centro
y la derecha. Son grupos pequeños y numerosos, dispersos y sin arraigo
en la población. Está claro que, aparte de recibir dinero y apoyo
político de Washington, también tienen creencias ideológicas, y entre
ellos puede haber personas honestas, resentidas o confundidas. No
tienen la base social de un sindicato Solidaridad, ni entre sus
líderes hay ningún Walesa o Vaclav Havel. No son sociedad civil, sino
micropartidos de oposición. El puñado de presos políticos en sus filas
no lo está por delitos "de conciencia", ni por la mera expresión de
ideas contrarias al gobierno, sino por oponerse activamente al
sistema, en alianza con Estados Unidos, el exilio clásico y el viejo
anticomunismo europeo.

–¿Qué los hace marginales al consenso político en Cuba?

–Primero, que no son las únicas ni las principales voces críticas en
el país. Aunque no con la misma resonancia externa, hay un debate
político en curso, dentro y fuera de las instituciones, sobre asuntos
como la descentralización, las formas de propiedad no estatal, el
salario, el nivel de vida, la ampliación de los espacios de libre
expresión, la aplicación de la ley, la democratización de las
instituciones, incluso políticas, el control popular de la burocracia.
Los opositores no tienen proyecto coherente, sino consignas
ideológicas. Su falta de legitimidad interna se deriva del apoyo de
Estados Unidos (verificable en el sitio web del Departamento de
Estado) y de los partidos europeos, y de su alianza con el exilio. Las
embajadas en La Habana los conocen, y saben que no representan ninguna
alternativa política viable; las reacciones internacionales y los
titulares de la gran prensa responden más a las pugnas electorales y
parlamentarias de esos países, que a la situación en la isla.

–Alguna posibilidad de salir de ese cuadro…

–Hay una lógica perversa, según la cual Cuba tendría que pagar un
tributo cada vez que Estados Unidos hace un ligero cambio, por
ejemplo, autorizar los viajes de los cubano-estadounidenses. Si esta
administración considerara la liberación de los cinco cubanos presos
en Estados Unidos, la única "ficha negociadora" aceptable para Estados
Unidos serían los disidentes condenados como "agentes de una potencia
extranjera" (como se les llamaría allá). Los disidentes resultan
peones en este tablero de poderes enfrentados. En un cuadro tan
cerrado, es difícil suponer por ahora un cambio en el trato hacia
ellos. Serán los propios cubanos los que decidirán si, además de una
institucionalidad democrática renovada, un modelo descentralizado y
una economía mixta, cabrá una oposición leal dentro del futuro sistema
socialista.
(tomado de La Jornada, martes, 16 de marzo de 2010).