lunes, 5 de julio de 2010

Si la invitación de calderón se limita a quienes simulan disentir y comparten el mismo pastel, es mejor que se abstenga: Jacobo



Columna "Bucareli", de Jacobo Zabludovsky
Publicada lunes 5 de julio

"Tabla de salvación"

El gobierno pasó del despegue al desplome sin tomar altura.“Yo dentro de poco ya no voy a estar y la situación (la violencia) va a seguir”, les dijo el presidente Felipe Calderón a empresarios en Los Pinos.
Lo que son las cosas. Frente al desastre la única esperanza la ofrece, quién iba a pensarlo, el peor enemigo político de Calderón: Andrés Manuel López Obrador.
En las vertiginosas 48 horas siguientes al asesinato de Rodolfo Torre Cantú, el Presidente y su secretario de Gobernación fueron y regresaron cada rato de Los Pinos a la televisión con mensajes diversos.
En el correspondiente al martes a las ocho de la mañana, el señor Calderón propuso ampliar el salón de la Tesorería al tamaño de la República para repetir en grande lo dicho dos o tres veces en pequeño: debemos unirnos, políticos, intelectuales, medios de comunicación, para formar un frente común y responder a la inseguridad pública y “…definir entre todos cuál debe ser esa respuesta: es momento de que se expresen las inquietudes de todos los actores, especialmente los políticos, a fin de fortalecer la estrategia del Estado por la seguridad pública”.

Unas horas después hablé con López Obrador, presencia social fuerte o débil, pero real, nos guste o no. Si el llamado presidencial es a las fuerzas políticas, la de López Obrador inevitablemente debe considerarse incluida en la invitación. Faltaba saber cuál sería la respuesta del hombre que perdió la presidencia por el 56% de los votos, que no logró el recuento voto por voto ni casilla por casilla y que sigue llamando espurio a Calderón y no lo reconoce como presidente.
“Escuché el llamado, me dijo López Obrador, pero no quiero prestarme a la demagogia… ya estuvo bien de tanta farsa, ya estuvo bien de que se esté engañando a la gente… sería muy malo que a estas alturas yo forme parte de esa comparsa, no vamos a caer en ninguna simulación”.
¿Asistiría a la reunión si fuera para discutir a fondo la impunidad, la corrupción, la descomposición social? “Sí, así sí, con una agenda y con el compromiso de que va a haber un cambio real, de que no se va a seguir dando la misma simulación ni que vamos a seguir con la misma farsa. Si esto es en serio, desde luego; por encima de todo está México y el interés general”.
Aceptar las condiciones de López Obrador, que son las que cualquier mexicano avalaría, llevaría a examinar las causas y no las consecuencias.
Convertiría el foro en un escenario de discusión de los verdaderos problemas del México actual, con la presencia de auténticos deliberantes, de opiniones polémicas y resultados útiles para corregir el curso de un navío al garete. Si Calderón actúa con visión de estadista deberá olvidar rencores personales y convocar no a sus abajo firmantes habituales y lacayos que pronto lo traicionarán. La presencia de López Obrador daría vida a la reunión. Su ausencia la convertiría en otro maratón de discursos huecos, como todas las anteriores, para dorar la píldora de la impotencia.
Hablé también con Juan Ramón de la Fuente, de los pocos hombres con credibilidad, a quien millones de mexicanos respetan y algunos votamos para presidente. No se nos hizo. Así nos ha ido. Le pregunté si asistiría. “Sí, por supuesto, es una convocatoria que llega tarde, pero qué bueno que ha llegado”, me dijo. “Siempre y cuando no sea llamarada de petate, porque todo empeora y si no se toman decisiones podemos esperar cosas aún más graves… estamos cayendo en una epidemia de miedo que despierta apetitos dictatoriales… hay un mundo subyacente de frustración, desigualdad, falta de oportunidades… es preocupante”. López Obrador y el doctor de la Fuente le están arrojando al Presidente una tabla de salvación.
Y se me ocurre que ante la ausencia de programas dignos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, un gran Congreso Popular, así, con mayúsculas, podría ser el adecuado monumento conmemorativo de ambas efemérides. Nada mejor que una intensa y diversa disección de nuestros problemas para festejar las fechas y recordar a los héroes. Sería un esfuerzo más valioso que los proyectos pueblerinos y rascuaches que, por otra parte, no serán terminados a tiempo.
Si la invitación de Calderón se limita a quienes simulan disentir y comparten el mismo pastel, es mejor que se abstenga.
Si quiere hacer algo útil en el ocaso de su sexenio, debe aprovechar esta oportunidad. La paz y los acuerdos se hacen con los contrincantes, no con los sometidos.
Aunque solo sea para darle a la historia, que pronto iniciará su proceso, algún elemento que haga cambiar el rigor de la sentencia.