lunes, 8 de agosto de 2011

Hace 30 años: el día que murió la clase media


Michael Moore
La jornada 08 de agosto de 2011

De cuando en cuando, alguien menor de 30 años me pregunta: ¿Cuándo empezó Estados Unidos a ir cuesta abajo? Dicen que durante mucho tiempo oyeron que los trabajadores podían criar una familia y enviar a los hijos a la universidad sólo con el ingreso de uno de los padres (y que en estados como California y Nueva York la universidad era casi gratuita). Que cualquier persona que quisiera un empleo con un sueldo decente podía tenerlo. Que las personas trabajaban cinco días a la semana, ocho horas diarias, tenían todo el fin de semana libre y vacaciones pagadas cada verano. Que muchos empleados eran sindicalizados, desde los empacadores de la tienda hasta el pintor de brocha gorda, lo cual significaba que, por humilde que fuera el trabajo, uno tenía garantizada una pensión, aumentos de sueldo ocasionales, seguro médico y alguien que lo defendiera a uno en caso de recibir un trato injusto. Los jóvenes han oído hablar de ese tiempo mítico, pero no es un mito: era real. Y cuando preguntan ¿cuándo terminó?, les contesto: El 5 de agosto de 1981.

En esa fecha, hace 30 años, las grandes empresas y la derecha decidieron dar el golpe: ver si podían destruir la clase media para volverse más ricos. Y lo han logrado.

El 5 de agosto de 1981, el entonces presidente Ronald Reagan despidió a todos los miembros del sindicato de controladores aéreos (PATCO), que desafiaron su orden de regresar al trabajo, y declaró ilegal al sindicato. Llevaban apenas dos días en huelga. Fue un acto audaz y descarado. Nunca nadie lo había intentado. Lo que lo hizo aún más audaz fue que PATCO había sido uno de los tres sindicatos que respaldaron a Reagan para presidente. Una ola de conmoción sacudió a los trabajadores en todo el país. Si Reagan hizo eso a quienes estaban con él, ¿qué nos hará a nosotros?

Reagan fue impulsado en su candidatura presidencial por la gente de Wall Street, que junto con los cristianos de derecha quería restructurar el país y revertir la tendencia iniciada por el presidente Franklin Delano Roosevelt, dirigida a mejorar la vida del trabajador promedio. Los ricos odiaban pagar mejores salarios y prestaciones, y más aún pagar impuestos; además, despreciaban a los sindicatos. Los cristianos de derecha detestaban todo lo que les sonaba a socialismo o a tender la mano a las minorías o a las mujeres.

Reagan prometió poner fin a todo eso. Así que, cuando los controladores se pusieron en huelga, vio llegado el momento. Al deshacerse de ellos y proscribir su sindicato, envió un mensaje claro y fuerte: los días en que todos llevaban una confortable vida de clase media habían terminado. De allí en adelante, Estados Unidos sería gobernado en esta forma:

* Los súper ricos ganarán más, mucho más, y el resto de ustedes luchará por las migajas que sobren.

* ¡Todos a trabajar! Mamá, papá, los adolescentes de la casa. ¡Papá, consigue un segundo empleo! ¡Niños, allí está la cadena para la puerta! Tal vez sus padres regresen a tiempo para llevarlos a acostar.

* 50 millones de personas quedarán sin seguro médico. Y las compañías aseguradoras pueden decidir a quién ayudar... o no.

* ¡Los sindicatos son malos! No deben pertenecer a un sindicato. No necesitan abogados. ¡Cierren la boca y pónganse a trabajar! No, no se vayan todavía, no hemos terminado. Que los niños se preparen la cena.

* ¿Quieren ir a la universidad? No hay problema: firmen aquí y estarán vendidos a un banco los próximos 20 años.

* ¿Qué es eso de aumento de sueldo? ¡Cierren la boca y pónganse a trabajar!

Y así por el estilo. Pero Reagan no hubiera podido lograr esto por sí solo. Tuvo un gran ayudante: la AFL-CIO.

La mayor central de trabajadores del país dijo a sus agremiados que rompieran la huelga de los controladores aéreos y fueran a trabajar. Y así lo hicieron: pilotos, asistentes de vuelo, choferes de camiones de suministros, manejadores de equipaje: todos esos sindicalizados ayudaron a romper la huelga. Y sindicalizados de todos los ramos rompieron también la huelga al volver a viajar en avión.

¡Reagan y Wall Street no podían creer lo que veían! Cientos de miles de trabajadores y sindicalistas apoyaban el despido de compañeros sindicalizados. Fue un regalo de Navidad adelantado para los grandes consorcios del país.

Fue el principio del fin. Reagan y los republicanos supieron que podrían salirse con la suya en lo que fuera... y así lo hicieron. Recortaron impuestos a los ricos. Dificultaron la formación de sindicatos en los centros de trabajo. Eliminaron las normas de seguridad en las instalaciones fabriles. Pasaron por encima de las leyes antimonopolios y permitieron que miles de compañías se fusionaran o fueran adquiridas por otras y después cerradas. Los consorcios congelaron salarios y amenazaron con mudarse a otros países si los trabajadores no aceptaban menor paga y menos prestaciones. Y cuando los trabajadores accedieron, de todos modos se mudaron al extranjero.

Y todo el tiempo la mayoría de los estadunidenses lo aceptaron. Hubo muy poca oposición o resistencia. Las masas no se levantaron a proteger sus empleos, sus hogares, sus escuelas (que alguna vez fueron las mejores del mundo). Aceptaron su destino y recibieron la golpiza. A menudo me he preguntado qué habría ocurrido si todos hubiéramos dejado de volar en 1981. Si los sindicatos le hubieran dicho a Reagan: Devuélveles su empleo a los controladores o paralizaremos la nación. Ustedes saben lo que habría pasado: la elite empresarial y su muchacho Reagan se habrían doblegado.

Pero no lo hicimos. Y así, poco a poco, en los 30 años siguientes, los que han estado en el poder han destruido a la clase media del país y, a su vez, han arruinado el futuro de nuestros jóvenes. Los salarios han permanecido estancados esos 30 años. Echen una ojeada a las estadísticas y verán que cada descenso que sufrimos ahora comenzó en 1981 (vean en una pequeña escena de mi película más reciente que ilustra esto).

Todo empezó este día, hace 30 años. Uno de los días más negros en la historia estadunidense. Y nosotros dejamos que ocurriera. Sí, ellos tenían el dinero, los medios masivos y los policías. Pero nosotros éramos 200 millones. ¿Alguna vez se han preguntado qué pasaría si 200 millones se pusieran furiosos de verdad y quisieran que les devolvieran su patria, su vida, sus empleos, sus fines de semana, el tiempo que pasaban con sus hijos?

¿Nos hemos dado todos por vencidos? ¿Qué estamos esperando? Olvidémonos del 20 por ciento que apoya al Tea Party: ¡nosotros somos el otro 80 por ciento! Esta ida cuesta abajo sólo terminará cuando lo exijamos. Y no con una petición en línea o un tuit. Tendremos que apagar la televisión, la computadora y los videojuegos y salir a las calles (como hicieron en Wisconsin). Algunos de ustedes tendrán que postularse a cargos de elección en sus localidades el año próximo. Necesitamos que los demócratas hagan acopio de valor y dejen de recibir dinero de los consorcios... o se hagan a un lado.

¿Cuándo tendremos suficiente? El sueño de la clase media no va a reaparecer por arte de magia. El plan de Wall Street es claro: Estados Unidos será una nación de ricos y desposeídos. ¿Están ustedes conformes con eso?

¿Por qué no utilizar este día para hacer una pausa y pensar en los pasos que cada uno puede dar para revertir esta tendencia en nuestro vecindario, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra escuela? ¿Habrá un día mejor que hoy para empezar?

Su amigo, Michael Moore.

Traducción: Jorge Anaya

MMFlint@aol.com - http://MichaelMoore.com

miércoles, 3 de agosto de 2011

Medio Pan y un Libro.

Locución de Federico García Lorca
al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. 'Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre', piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: 'amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: '¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!'. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.


Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: 'Cultura'. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. --------------------------------------------------------------------

martes, 2 de agosto de 2011

Sicilia pide perdón a migrantes por maltratos recibidos en México


Proceso Pedro Matías
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- “En nombre del gobierno y pueblo de México”, el poeta Javier Sicilia pidió perdón a los migrantes centroamericanos y a sus familiares por los malos tratos que han recibido en el país en su camino hacia Estados Unidos.
Durante el diálogo que la caravana Paso a Paco Hacia la Paz sostuvo hoy con legisladores en el Senado de la República, Sicilia —quien fue invitado por la senadora Rosario Ibarra– pidió perdón “a esas madres y demás familiares de migrantes centroamericanos que han padecido la tragedia humanitaria por culpa del monstruo frío que es el Estado y los que forman parte de él, de los procedimientos burocráticos y de los criminales que han puesto por encima sus ambiciones”.
Prosiguió:
“A nombre de lo mejor de este país, que son sus ciudadanos y que también tienen el corazón roto”, Sicilia les pidió perdón también a las víctimas y se sumó al clamor de no más leyes y procedimientos burocráticos para atender y defender los derechos de los inmigrantes. “A la chingada todo eso”, enfatizó.
La caravana llegó a la capital del país después de 12 días de camino y fue recibida por el rector de la Catedral Metropolitana, Manuel Arellano Rangel, quien les abrió las puertas del recinto católico más importante del país y les manifestó su solidaridad y preocupación por la violencia de la que son víctimas.
Posteriormente, la caravana fue recibida en el Zócalo por el dirigente del Sindicato Mexicano de Electricistas, Martín Esparza; luego prosiguió su camino hacia el Senado de la República, donde los marchistas fueron atendidos por las senadoras Yeidckol Polevnsky y Rosario Ibarra de Piedra, del PRD y PT, respectivamente.
En este encuentro, presidido por el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, se escucharon historias desgarradoras de mujeres violadas, hombres secuestrados, madres sin saber del paradero de sus hijos; extorsiones, fosas comunes y clandestinas, así como de la complicidad que existe entre el crimen organizado y las autoridades migratorias, municipales, estatales y federales.
También hubo propuestas concretas como el hecho de eliminar la visa: “si Centroamérica no nos pide visa, no existe razón para que México la exija”, dijo Solalinde, coordinador del albergue Hermanos en el Camino.
Si existiera esa voluntad política que tanto se pregona en México, dijo, se eliminaría la visa a los centroamericanos porque se evitarían muertes, extorsiones y secuestros.
“Lograr que no se pida visa se termina con el problema porque esos policías que asaltan, esos del Instituto Nacional de Migración que los secuestran, ya no los hagan porque se acaba el negocio”, reflexionó.
Luego demandó la reglamentación de la Ley Migratoria, sin embargo, la senadora Yeidckol Polevnsky, aclaró que el reglamento le corresponde (emitirlo) al Ejecutivo federal.
La senadora perredista lamentó que los presidentes en turno recurran a “ese veto de bolsillo” para no publicar leyes o no hacer los reglamentos que no les convienen para que éstas no funcionen.
“Quien tiene en sus manos resolver el problema se llama Felipe Calderón porque es el que tiene que sacar el reglamento; únicamente se dedican a hacer anuncios que no tienen nada que ver con la realidad porque lo que les interesa son los votos”, reprochó.
Integrantes de la caravana, por su parte, exigieron que se deje de criminalizar al inmigrante, que se les dé un trato igualitario y ser sujetos de derechos, así como acabar con los secuestros.
El sacerdote Heyman Vásquez, de Arriaga, Chiapas, dijo que “México no necesita más leyes” sino hacer que el estado de derecho sea una realidad, Recordó que México ha firmado y promovido “tantos tratados internacionales”, sin embargo, no los cumple, pues en este país, lamentó, “una cosa es la ley y otra, la práctica”.
En tanto, el cura Tomás González Castillo, de Tenosique, Tabasco, reveló que en la reunión que sostuvieron con el relator de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Felipe González Morales, éste no aguantó los testimonios de las personas que han padecido este holocausto en Tierra Blanca, Veracruz: decidió levantarse y sólo se limitó a expresar: “lo que está pasando en México es una verdadera tragedia humanitaria”.
A su vez, el sacerdote Luis Ángel Nieto, de Veracruz, insistió en que los inmigrantes “no son criminales, sino trabajadores internacionales”, y denunció la “complicidad” que existe entre las autoridades mexicanas y banda de traficantes de inmigrantes sudamericanos y otras latitudes que llegan a pagar entre 12 y 20 mil dólares para llegar y pasar México sin ningún problema.
La hondureña Rosa Nelis Santos, habló en nombre de las madres de su país y reprochó la negativa del gobierno mexicano a otorgarles visa para ingresar al país a buscar a sus familiares. Aclaró que no tienen intenciones de quedarse en el país, que regresen sus hijos.
Pidió que les dejen el paso libre porque por estas políticas hay niñas de entre 14 y 16 años que han sido violadas por agentes de migración o por miembros del crimen organizado que las secuestran y las golpean en las nalgas con tablas con clavos, les arrancan las uñas con tenazas porque no les quieren decir que tienen dinero o de dónde es su familia.
Finalmente, la activista Nancy Pérez García, exigió que se respete el contenido de la actual Ley de Migración y que sean retirados del aire los spots en los que se resalta que “las y los inmigrantes tienen garantizado su tránsito por 180 días pero eso no es cierto, es un engaño más”.